Leticia de Lourdes Mackliff Sandoya: La señora del “Llanero” y primera dama del transporte

13 de noviembre 2023 2:12 por:

Nació en Babahoyo hace 90 años. Su historia como transportista inicia con un evento triste: “Me casé a los 17 años. Cuando mi esposo Ramón Vecilla, fundador de Coop. Flota Babahoyo Interprovincial (FBI) falleció a los 26 años de matrimonio. Tenía dos “Llaneros” y tres meses antes de fallecer vendió el “Llanero 1”.  En el Llanero 2 se accidentó el 24 de junio de 1975, día del Chofer Ecuatoriano. Venía a Guayaquil a llevarnos a la familia a la fiesta. Se accidentó cerca del hospital psiquiátrico de Guayaquil. Eran las 4 de la mañana cuando el hijo de un socio, Washo que dijo: “Sra. Letty su esposo ha sufrido un accidente y el carro está destrozado hasta la cuarta fila. Supe que Ramón no había manejado sino el chofer. El sepelio fue inolvidable; cerraron las oficinas de Guayaquil, Quevedo, Catarama, Babahoyo. Desde Guayaquil le llevamos a Babahoyo en medio de una caravana.

La directiva de la FBI propuso darme 200.000 sucres por el bus; luego 150.000 y finalmente 60.000. Mi hijo menor me aconsejó venderlo en piezas para repuestos.

El desconocido que nunca volví a ver

Un señor que yo no conocía, ni me conocía, me dijo: “véndalo rodando, primero debe arreglar el carro”. Me dio tres direcciones en Guayaquil para arreglar el chasís, la carrocería y el motor y me dijo: “cíteles a los tres a la misma hora”. Los maestros del chasis y la carrocería dijeron: “peores carros hemos arreglado”; pero el del motor dijo: “cierre los ojos y mande esto a donde sea”.

Aunque no sabía nada de mecánica insistí pues me decían que el motor debe estar bueno porque tenía dos años de comprado. Para llevarlo al taller yo misma le empujaba de la rueda porque no tenía el volante y un niño de 12 años me ayudaba. La gente me hacía la venia al verme.

El Sindicato de Choferes de Babahoyo me ayudó con 10.000 sucres, dinero que daba a las viudas. Pero, si tenía dos o tres mujeres se dividía para todas. Mi esposo no era así. Ese dinero se fue en el arreglo del chasís. Supe que unos socios de la FBI dudaban que el Llanero salga; decían: “si nosotros que sabemos de carros no podríamos sacarlo, peor ella que es mujer y no sabe nada”.

Cuando el carro salió a fines de noviembre, un chofer se ofreció a trabajarlo; ahí le dije: “cuando estaba en chatarra nadie me ayudó y ahora que lo ven bien parado lo quieren manejar”. Yo no quería que me tengan lástima.

La reparación fue un laberinto

Los repuestos compré en Colombia y tenía que pagar la Aduana, pero no tenía plata y nadie a quien acudir. Entonces busqué a alguien que sea de Tulcán. Fue así como encontré a un capitán en la Comisión de Tránsito de Los Ríos. Cuando le conté mi caso llamó a su prima que vivía en Tulcán y le pidió que me ayude. Al otro día me envió los repuestos en un bus de Panamericana. El 8 de octubre yo viajé a Tulcán a retirar el mamparo (parabrisas) que era grande y pesado, pero no hallaba carro para traerlo. El dueño de un camión me dijo que puede llevar el mamparo, “pero usted no tiene donde ir”. Le rogué que me traiga en el cajón aunque era peligroso. Yo viajé sobre las papas cogida del caballete con piernas y brazos soportando frío y viento. Mi mayor temor era pasar el puente colgante del Juncal.

Llegamos a Alóag a las 7:00 a.m. Una Panamericana aceptó llevarme, pero no había quien ayude al oficial a subir el mamparo a la parrilla. Yo lo hice pese a que dudaban de mis fuerzas. Sostuve el pesado mamparo en mi hombro y arriba lo cogió el oficial, así llegamos a Guayaquil.

Después d Finados estuvo listo el bus y contraté chofer. Viajábamos de Guayaquil a Babahoyo. Los dirigentes no me dijeron nada, ni lo creían tampoco. Al verlo, la gente decía “igualito al Llanero”, pero dudaban que yo lo haya arreglado porque no sabía que era tuerca o tornillo.

Después que falleció mi esposo saqué la licencia profesional para estar preparada cuando el bus salga listo. Era un Ford 600.

La primera mujer con licencia.

El Sindicato de Babahoyo no me quería dar la licencia; entonces hablé con el capitán Gómez Jurado quien me dijo: “imposible que usted tenga, a pesar de que en Quito hay una mujer con licencia”. Yo le pregunté: ¿si Pichincha tiene una mujer taxista, por que Los Ríos no puede tener una transportista?, sonrió y me autorizó a seguir el trámite.

Se arriesgó a conducir

Perdimos el turno del viaje porque el chofer se quedó dormido; entonces decidí aprender a conducirlo. Pregunté que hacer para llevarlo a la estación y me dijeron: medir el aceite, el agua, el aire de las llantas y limpiar el lodo del parabrisas. Luego aprendí a encender el carro, y comencé a llevarle a la estación. Los pasajeros me pedían llevarlos al primer control. Cuando llegué a Juján los policías que me apoyaban me decían: “señora usted por aquí no pasó”. Los pasajeros me alentaban, pero yo tenía licencia de tercera y cuando llegamos a Yaguachi al puente para pasar a Guayaquil, en Durán me detuvo un vigilante y me buscó un chofer autorizado para que continúe porque yo no debía con esa licencia, solo podía conducir dentro de la provincia de Los Ríos.

Necesitaba la licencia de primera.

Durante una reunión la FBI invitó a tres personas de la Federación Nacional de Choferes quienes habían preguntado si ‘esa mujer de turquesa es la viuda de Vecilla’. Cuando me presentaron les dije que trabajaba en el bus, pero no podía ingresar a Guayaquil que exigía licencia de primera. Opinaron que no me darían porque es de hombres, pero ofrecieron ayudarme. Fui a Quito a la dirección indicada donde quedaron en gestionar mi solicitud y enviarme los papeles a Babahoyo. En el Consejo Nacional de Tránsito el Secretario hablaba por mi, pero en la primera sesión me negaron; ya en la segunda sesión aprobaron y en 1976, me enviaron la licencia de primera, nunca tuve de segunda. Yo estaba por los 43 años.

Carreteros muy malos.

Viajé por todos los caminos menos a Loja. Hacia Quito las vías no valían, eran puro huecos y baches. Había lastre para que cada carro ayude a poner en los huecos para pasar. Cuando me tocó pasar un inspector se sorprendió y me dijo: “usted no señora porque es una dama”. Pero le dije: “soy una dama, pero soy el chofer; cogí una pala tiré mis cuatro paladas de lastre, el oficial también y pasamos. Hace cinco años un señor me preguntó si yo era “La llanera”. Era el inspector que me hizo recordar esta historia.

La única carretera que me asustaba es la Crespa de Manabí pues yo no manejaba bien el dual. Era horrible, de piedra y angosta.

Preferencia por el pasajero

Entre comodidad para el pasajero o economía para mi bolsillo, yo elegí la comodidad porque la economía significaba añadir una fila de asientos acortando el espacio para las piernas como otros socios lo hacían. Mantuve al Llanero bien presentado, hasta cocía los forros de los asientos rotos y pintaba los aros.

No aprendí a tomar ni fumar, siempre estaba puntual en los horarios, mi carro salía con tanque lleno y bien mantenido para que no se dañe en medio camino

Fui feliz con el Llanero. Lo tuve 14 años, pero me retiré porque estaba por dar a luz la esposa de mi hijo que vivía en NY y me pidió su ayuda; entonces lo vendí para viajar. Un socio de la FBI se quedó muy poco tiempo con el bus porque empezó a dañarse pues no lo mantenía; luego supe que lo vendió a Coop. Citam de Montalvo.

Una anécdota graciosa

Escuché gritos de un señor que lloraba porque manejaba una mujer. Le pregunté: ¿qué vengo haciendo de malo para que le de tanto susto? No le haré caso porque mientras usted grita yo me pongo más valiente. Le recomendé tomar una pastilla tranquilizante. Con el tiempo, el pasajero me pidió disculpas y siempre prefería viajar en el Llanero.

Tristes y alegres recuerdos

En la FBI me dieron la contra los mejores amigos de mi marido. Nunca reclamé cuando me escribieron una carta, supuestamente firmada por el capitán de tránsito, diciendo que no podía manejar porque me van a llevar presa a mi y al carro. No hice caso porque los policías me apoyaban y felicitaban por mi audacia, los pasajeros hablaban bien de mi.

Siempre me encargué de mi carro, aunque me ponían plazos diciendo que no voy aguantar y me querían ver derrotada. Cumplí todos los requisitos que exigían, solo pedía que me traten igual sin preferencias.

El mes de julio de 2023, la FBI me invitó a la inauguración de la sede a la que acudí con recelo porque estoy en silla de ruedas. Allá muchas personas me ayudaron, se tomaron fotos conmigo, me sentí tan bien de ver como me trataban con tanto cariño.

Dirigido a mujeres transportistas

Lo principal es dominar los nervios y no dejarse vencer. Deben ser fuertes, valientes, seguras de si mismas, afrontar los problemas y seguir adelante sin miedo.