19 de agosto 2025 7:08 por: Francisco Celi
BV 172 agosto-septiembre 2025 • Huaquillas
Samuel Leopoldo Rivera conduce sin problemas, dirige su empresa gráfica y sueña con continuar emprendiendo. Su vida es una síntesis de lo que significa el hombre lojano: trabajador, emprendedor y visionario. Tuvo una infancia difícil que apenas le permitió estudiar los primeros años de la primaria. La escasez económica de su familia lo obligó a trabajar desde la niñez y eso marcó su vida.
Su vida es ejemplar y anecdótica, puesto que, sin reparar en sus limitaciones académicas desarrolló la industria gráfica aún cuando apenas aprobó segundo grado de escuela. |
Terminado el servicio militar en 1960 y no pudiendo seguir la carrera militar por su baja estatura, el joven Leopoldo Rivera hizo el curso de chofer profesional en su Loja natal y desde 1961, nunca ha dejado el volante, aun cuando frisa los 84 años de edad.
En los años 50 del siglo pasado, Loja era una zona aislada, con vías precarias. Su juventud la vivió entre Loja y Zamora, siempre ejerciendo la profesión que le ha dado grandes satisfacciones. Probó de “chulío” en la naciente Cooperativa Loja; luego, ayudante de chofer y finalmente, chofer principal en esos antiguos vehículos Fargo y Ford.
No le gustó ser empleado, se afilió al Sindicato de Choferes Profesionales de Loja y, de inmediato, probó suerte como empresario de transporte. Su primer vehículo fue un taxi, luego, compraría dos más.
A inicios de los años 70, inquieto y arriesgado, se hizo de un camión para empezar una nueva empresa: el transporte de carga pesada entre Loja y El Oro. “Cargaba productos agrícolas a la Costa a donde llevaba víveres y otras cosas que los lojanos consumían”, relata emocionado.
La sequía de la provincia de Loja de 1968 impulsó la colonización del oriente ecuatoriano. La provincia de Zamora Chinchipe recibió la migración de campesinos lojanos y con ello, el Estado inició la apertura de carreteras desde la ciudad de Zamora hacia otros cantones zamoranos. Esa obra pública convocó a choferes de todas partes. Leopoldo Rivera, recuerda que entró a trabajar como conductor de equipo caminero entre Zamora y Gualaquiza, era un trabajo esforzado, pero bien pagado.
Cierto día, dio la casualidad que recibió la orden de prepararse para conducir un Land Rover oficial como parte de una comitiva gubernamental de alto nivel. Grande fue su sorpresa cuando ingresó al asiento delantero un señor tan grande, calvo y con lentes oscuros. “Buenos días señor conductor” fue el saludo del mítico Dr. José María Velasco Ibarra en su visita de inauguración de la carretera a Gualaquiza en 1970. Su recuerdo aún intacto da cuenta del diálogo con el primer mandatario del país. Su vocabulario refinado y conversación amena lo dejaron impresionado, siendo este momento especial de su vida uno de los motivos para sentir orgullo de ser chofer profesional.
Con una volqueta modelo 64 llegó a Huaquillas en 1978; primer vehículo de ese tipo en la ciudad fronteriza orense. Se estableció con su esposa y tres hijos a emprender otra vez en una nueva tierra. Era la época del retorno a la democracia, pero también, de la segunda oleada migratoria de lojanos hacia otras provincias del país.
La entonces parroquia Huaquillas recibía migrantes atraídos por el floreciente comercio binacional con el Perú. También, eran años de lucha por la cantonización de la parroquia más poblada y con más circulación de capitales del sur del Ecuador. Don Leopoldo Rivera, puso su volqueta al servicio público para la recolección de basura de las calles los fines de semana. Y, desde luego, se unió a la Junta Cívica pro-cantonización liderada por Reinaldo Reyes, otro ilustre lojano. Esa lucha colectiva dio frutos en 1980 y, en el fragor de esa gesta cívica, se dio cuenta que hacía falta una imprenta en el flamante cantón.
En 1981, compró de oportunidad una imprenta en la ciudad de Loja y la instaló en el centro de Huaquillas. La llamó IMPRENTA RIVERA, con el eslogan: ‘La primera en la frontera’. En verdad y, por muchos años fue la única en la ciudad, siendo solicitada, incluso por ciudadanos peruanos.
Aquella imprenta pionera, ahora se llama: Editorial Gráfica El Oro, atendida por su último hijo Darío Rivera. La competencia de otras imprentas, la crisis económica y la llegada de la modernidad digital afectó el otrora monopólico negocio gráfico. Sin embargo, la estirpe empresarial de don Leopoldo Rivera, aún le hace soñar en abrir una imprenta más en otra ciudad.
Jamás logró una formación educativa, pero es un hombre culto (autodidacta) que gusta de la lectura. Es miembro de la Casa de la Cultura local, perteneció a la Asociación de Artesanos Profesionales; y ofició de gerente del periódico binacional El Centinela.
Para su primer hijo Nelson Rivera, también empresario gráfico y chofer profesional, su padre es modelo de persistencia y lucha constante que le enseñó mucho en el trabajo y en la vida.
Otra actividad en la que incursionó siempre fue la compraventa de vehículos de segunda mano.
Finalmente, dice que de todas, la mejor profesión es ser chofer visionario.