21 de octubre 2020 6:11 por: Dr. Segundo Cundulle
BV 143 - Octubre/Noviembre 2020 • Santo Domingo
Un conglomerado social se entiende que se organiza para efectos de coordinar sus actividades y desarrollar su acción con mayor eficacia y eficiencia por el bien común de sus representados, estableciendo, manteniendo y fomentando mecanismos de contacto y diálogo con las autoridades centrales.
Pero, los fines y objetivos propuestos por los fundadores y dirigentes de antaño, están expuestos a varias circunstancias sean de orden gubernamental, político y/o económico, porque este tipo de organización está creada precisamente para enfrentar temas varios en todo campo y nivel inherente a su accionar.
En la planificación mental, todo parece claro y sencillo, pero con el pasar del tiempo, resulta que aparece una serie de requerimientos y necesidades insatisfechas, y es cuando surgen las diferencias entre los asociados dado que cada quien cree tener la razón para salvar la situación apremiante y, de esta forma, se van creando bandos que pretenden gobernar con más desaciertos que aciertos, y que generalmente, actúan de espaldas a las bases, solo defendiendo sus propios intereses.
Casi es común ver que en las organizaciones aparezcan grupos antagónicos que pugnan por gobernar, formando de hecho el bando de los “aliados”, y el bando de los “indefensos o discriminados”, cumpliéndose así el adagio del emperador, político y militar romano Julio César, quien dijo: “divide y vencerás”, expresión con la cual se da a conocer la lucha interna que existe entre el grupo hegemónico que pone las reglas, normas y condiciones.
Necesidad de modernizarse y cambiar.
La verdad es clara, hoy son tiempos y circunstancias distintos, y por el mismo principio natural de que todo cambia y evoluciona, nada puede ni debe permanecer como al inicio, todo tiene un proceso de crecimiento y desarrollo. Por el mismo pasar del tiempo no es recomendable que los dirigentes se perennicen en el cargo.
Cuando los directivos permanecen por mucho tiempo en el ejercicio de su cargo, se percibe la satisfacción de unos pocos, y el descontento de muchos; pero, puesto que han logrado crear un “status quo”, que aunque no sea del agrado de la mayoría, logran permanecer valiéndose del famoso y mal usado mecanismo de la reelección.
Nadie es indispensable, todos somos sustituibles.
El deseo de eternizarse en el cargo, más que un dilema de quienes eligen, es un problema de la personalidad oblicua de los propios dirigentes que aceptan y se aferran al cargo, porque no tienen clara la gran realidad de que no existen individuos indispensables o insustituibles, dado que las propias bases están generando más gente capaz, competente y con mejor preparación.
Cuando existe el acaparamiento de cargos en una organización por parte de unos pocos dirigentes, se da el problema del OLIGOPOLIO DIRIGENCIAL, que se traduce en una competencia imperfecta, donde se desconoce y violenta una serie de principios de orden democrático y cooperativista.
El oligopolio de la dirigencia trae como consecuencia la eternización de los problemas, porque no existe lugar para la optimización ni la eficiencia, se continúa con la misma rutina de siempre, nada cambia, y al no haber cambios ni transformaciones, terminan echando la culpa del fracaso al que menos se imagina o a las circunstancias, al tiempo, a quien sea; y quizá, para capear el temporal del reclamo y el rechazo de sus representados, se plantean fusiones de las organizaciones o su desaparición, o la creación de nuevas organizaciones para hacerles competencia, empeorando el problema porque los líderes siguen siendo los mismos.
El cambio es urgente y necesario.
Muy pocos seres humanos están dispuestos a “cambiarse a sí mismos”, de ahí que se aplica el dicho: genio y figura hasta la sepultura. Para cambiar estos problemas de estatismo y parálisis, es necesario e imprescindible que se permita procesos de cambio con nuevas figuras y personalidades que tengan ideas distintas y reformadoras.
Los dirigentes oligopólicos impiden el fortalecimiento del sistema democrático en su organización, son aquellos para quienes hablar de mecanismos permanentes de transparencia es ir contra su honestidad y confianza, negándose a entender que la rendición de cuentas claras, informes con control social, auditorías y procesos de comunicación continua, deben ser sinónimo de confianza y respeto hacia los asociados.
Para el ejercicio de la participación alternada de sus integrantes en los cargos directivos, debe promoverse la permanente capacitación en sistemas económicos y democráticos, con mecanismos eficaces y eficientes de dirección, administración y control, propendiendo al mejoramiento de la inversión para dinamizar la economía de toda la organización sin hacer diferencias o excepciones, y no tener que depender únicamente del aporte de los asociados, lo cual, con el tiempo resulta insostenible, asfixiante y retrógrado.
El buen vivir no sólo debe perseguir el ser humano, sino también las organizaciones, para satisfacción y beneficio de sus asociados.