20 de octubre 2020 10:00 por: Janeth Cruz
BV 143 - Octubre/Noviembre 2020 • Quito
Orlando René Castro nació el 22 de septiembre de 1937. Es un quiteño de cepa. Desde 1966, nuestro pionero vive en el tradicional barrio de San Roque (sur de la capital). Junto a su esposa Blanca Cecilia Espinel procrearon a sus hijas Rebeca, Soraya y Renata.
Estudió en el emblemático Colegio Juan Montalvo, pero concluyó su bachillerato en el Dillon donde obtuvo su título de Contador. Sin embargo, desde muy joven sintió pasión por el transporte y en los años 60, tras aprobar un curso de choferes profesionales, con la ayuda de un familiar vio la oportunidad de empezar a ejercer esta actividad. “Mi suegro tenía dos colectivos en la Cooperativa Quito; con él trabajé tres años y luego me incorporé como socio comprando un puesto en 1966”, cuenta con frenesí este profesional del volante, nacido hace 83 años.
La entrevista con René Castro para BUEN VIAJE se desarrolla vía telefónica. No obstante, el distanciamiento social que es obligatorio por los efectos de la pandemia producto del Covid-19 no impide que a través del hilo telefónico se pueda sentir la emoción con la que cuenta su historia, sus inicios, y todos los recuerdos que llegan a su memoria con cada pregunta.
En la actualidad se mantiene como uno de los socios activos de la Coop. Quito, que hasta hace tres años se transformó en Compañía Anónima UrbanQuito.
Evoca que para 1966, cada cupo en la Cooperativa tenía un valor de 10 mil sucres. En la actualidad, una acción está sobre los 50 mil dólares.
“La guerra de los 40 centavos”
En las páginas de la historia del Ecuador se narra la denominada “Guerra de los 40 centavos” ocurrida en 1978 durante la dictadura militar, y René Castro la recuerda con claridad por la decisión adoptada en ese entonces por el Gobierno de decretar el alza de 40 centavos en el transporte público lo cual encendió los ánimos de estudiantes universitarios, obreros y pobladores quienes salieron a las calles a rechazar la medida, y a apedrear a transporte urbano, y en especial a los buses de la Cooperativa Quito.
Las acciones de protesta obligaron a los propietarios a colocar en los buses vallas metálicas de protección en los vidrios para resguardar la integridad de los pasajeros. En ocasiones los manifestantes rociaban gasolina en los automotores para ocasionar daños e incendiarlos. “Fue una experiencia terrible, fue una época de lucha porque la Cooperativa Quito era odiada y atacada”, reseña.
¿Por qué? Este profesional del volante responde que esta empresa del transporte era la más grande del Ecuador y la más fuerte en el aspecto económico, y la opinión pública pensaba que quienes formaban parte de la cooperativa tenían recursos y muchas propiedades. Incluso, un sector de la prensa había difundido una lista de socios que tenían línea telefónica en la casa. “Nos consideraban a los socios como ricachones o aniñados por tener teléfono en casa”, recuerda.
Sin embargo, aclara que él pudo acceder a una línea seis años después, y fue adquirida a 2 millones de sucres.
En esa época, la Cooperativa contaba con 367 colectivos. Su sede social estaba ubicada en la avenida 10 de Agosto, tenían su propio autoservicio para lavado y una estación de combustible en la Y, por la Plaza de Toros. Por casi 30 años, en la Cooperativa “Quito”, René Castro se desempeñó como presidente de vigilancia, y dirigente.
Entre los recuerdos de René Castro también sobresale una decisión que adoptó Jamil Mahuad Witt, entonces Alcalde de Quito, quien -por motivos políticos- resolvió separar de la Cooperativa a 130 socios (fue durante la temporada que suspendieron a los buses antiguos de Quito). A la fecha, la Compañía Anónima UrbanQuito está integrada por 40 accionistas.
Sus primeros vehículos
En la Cooperativa se inició con un colectivo marca Ford 500 modelo 1966 de carrocería metálica que lo adquirió al contado en 170 mil sucres. Luego, en 1972 se hizo de un bus usado con el que prestó servicios de transporte escolar en un “colegio de monjitas”. Más adelante adquirió un Ford 1979. “De esa manera he subsistido en la Cooperativa”, dice con orgullo y satisfacción de colaborar en el servicio de transporte urbano.
En la actualidad, en UrbanQuito presta sus servicios como socio con un bus marca Hino 2017 que realiza recorridos en la vía Oriental. Dice que la suya es una compañía que permanentemente imparte cursos de relaciones humanas a propietarios, conductores y ayudantes para que se de un trato adecuado a los pasajeros. En ese sentido, René Castro exhorta a los jóvenes profesionales del volante a mantener un comportamiento adecuado, tanto para el cuidado de la unidad como para el usuario.
Un sucre
En la década de los 60, la Cooperativa cobraba el pasaje de transporte público especial a un sucre, en comparación con otras asociaciones de buses que cobraban 20 centavos.
En sus inicios, la Cooperativa pudo acceder a 37 líneas lo cual le permitía cubrir las rutas de toda la ciudad. Por el norte hasta Cotocollao, por el sur hasta el sector de San Bartolo, por el occidente hasta Toctiuco, el Dorado y la Oriental. La repavimentación constante que realizaba la Alcaldía de Quito de ese entonces a la avenida 10 de Agosto, permitía a los socios trabajar sin inconvenientes.
Pero, la historia no era la misma en tramos que iban desde la avenida Colón, hasta barrios como Cotocollao y El Inca, al norte, y Chillogallo al sur de la capital. Sus calles empedradas y de tercer orden pasaban factura y traían inconvenientes y daños en llantas, resortes y amortiguadores.
Cargos representativos.
• 5 años como presidente de Comisión Fiscalizadora del Sindicato Único de Choferes de Pichincha. Asistió a los Congresos Nacionales de Choferes en todo el país.
• Presidente del Consejo de Vigilancia de Coop. Quito por casi 30 años.
• Fue con una delegación de Coop. Quito a Lima, Santiago y Argentina para informar sobre la organización de Coop. Quito considerada la mejor de Sudamérica.
Recuerdos de su infancia
Cuando René Castro tenía 7 años de edad, el Gobierno del expresidente Carlos Arroyo del Río fue derrocado del poder y su madre de profesión enfermera quien trabajaba en el Hospital San Juan de Dios fue cancelada y debió viajar a Ibarra. Recuerda bien que “para viajar a Ibarra había que tomar el ferrocarril que salía a las 6 de la mañana y llegábamos a las 7 de la noche, era la única forma de transporte, pero había que ir aunque se hacía 12 horas”, relata.