20 de octubre 2020 10:58 por: Ivonne Cardenas
BV 143 - Octubre/Noviembre 2020 • Quito
El transporte constituye la vena principal de la economía de una nación. Crecí viendo en todo su esplendor los cambios importantes que el transporte daba en este hermoso país, mi país Ecuador. Así es como, desde niña, conocí sus bondades y carencias; lo que te da, cuánto te da y también lo que te puede quitar.
Durante muchos años he visto como con orgullo se han construido, reconstruido y fortalecido instituciones gremiales, que con tesón, trabajo e ideología, han defendido los derechos de los obreros del volante.
He recorrido por largas horas pasillos y oficinas, a veces he permanecido en una misma oficina más tiempo que los mismos dirigentes. Déjenme decirles que he visto a tantos dirigentes pasar como estrellas fugaces, a tal punto que ni siquiera alcanzaron a poner su nombre en la bitácora de seguridad. Emprendieron su retirada sin lograr entender que la realidad de las bases no es la misma que se mira desde el poder. Porque el verdadero trabajo y la honestidad no se cumplen desde las grandes oficinas.
En otros pasillos en cambio encontré a aquellos que, simplemente, llegaron a cumplir con los reglamentos establecidos, trabajando de manera escueta y personal. Regalando las horas que quizá les sobraba para ejercitar una dirigencia mediocre, sin defensa de clase, pero hábiles defensores de los derechos monetarios, especialmente de sus bolsillos y de sus amigos, olvidándose que fueron elegidos para trabajar y construir una institución y que la escalera más fuerte que tienen son las bases olvidadas. He visto pasar tanto dirigente calentando puestos que hasta he olvidado sus nombres. Para ellos no hubo marca ni placa, solo fueron trampolines para vergonzosas curules políticas.
En otro recorrido encontré la constancia: años de años de largas jornadas de trabajo, años de contínuas acciones y luchas. A diferencia de lo que piensen muchos lectores, ahí es donde he encontrado el verdadero sentido del trabajo y de lucha por un transporte digno. Ahí es cuando “me saco el sombrero” porque se que han engrandecido y dado color a su organización. Constaté sacrificios dedicados de jornadas completas de trabajo, de estrategias, de estudios de la Ley. No hubo cabida en esos pasillos para los rumores de medio pelo.
Con mucha nostalgia veo desestabilizarse a una institución que por años fue cuna de los defensores del transporte, en donde sus paredes fueron testigos de importantes y complicadas discusiones en beneficio de hasta del más pequeño de los transportistas.
Ahora está en peligro de sucumbir; de brillante letrero empotrado para eternizarse, está pasando a ser un apagado letrero mal iluminado. Sus pasillos llevan a oficinas vacías y olvidadas, porque creen que la dirigencia es solo para reuniones de fin de mes, o un rol y un cheque. Porque en su desapego han apoyado a la formación de más instituciones inservibles, donde sus mentores creen que las bases pertenecen a los poderíos económicos de pseudo transportistas y, en otros casos, de los resentidos que han perdido la credibilidad en sus natales ciudades.
Es triste saber que las bases, los verdaderos obreros del volante, permiten esta absurda división. Te pregunto estimado lector, ¿para qué tanta cámara, asociación o similar si lo único que hacen es desunirlos? ¿Para qué tanta división si cuando tuvieron la oportunidad hicieron nada? ¿Para qué les das tu voto y mandas un delegado si no te han cumplido? Para que encuentres la respuesta, solo basta con mirar a tu compañero y ver tu realidad.