01 de junio 2025 5:44 por: Yolanda Quinche
Ambato • BV 170 abril-mayo 2025
Operar en la región andina implica una serie de pligros cotidianos del transporte que debe enfrentar desafíos únicos que ponen a prueba tanto a los conductores como a las unidades de transporte de carga y pasajeros. No se trata solo de recorrer largas distancias, sino de hacerlo en condiciones geográficas y climáticas extremas que exigen preparación, experiencia y constante adaptación.
En zonas como Chimborazo, Tungurahua o Cotopaxi, los conductores deben enfrentarse a pendientes pronunciadas que no solo afectan el rendimiento del motor, sino que también ponen a prueba los sistemas de frenos y transmisión, especialmente en vehículos pesados.
A esto se suma las curvas cerradas que reducen la visibilidad y dificultan las maniobras de adelantamiento. En muchos tramos, las vías son estrechas y carecen de espacios adecuados para estacionarse en caso de emergencia, lo que aumenta el riesgo de accidentes o bloqueos prolongados.
En un mismo día puede presentarse niebla espesa, fuertes ráfagas de viento y cambios bruscos de temperatura. La neblina, común en la madrugada o al atardecer, reduce considerablemente la visibilidad y exige mayor concentración y reducción de velocidad. El granizo, frecuente en ciertas épocas, representa un riesgo extra para la estabilidad del vehículo, especialmente en curvas y descensos.
En este complejo entorno de los peligros cotiadianos del transporte, es imprescindible reiterar la importancia del mantenimiento preventivo, la capacitación continua de los conductores y la mejora de la infraestructura vial, que se convierten en factores clave para garantizar una operación segura y eficiente.