21 de octubre 2020 10:57 por: Maritza Guevara
BV 143 - Octubre/Noviembre 2020 • Quito
La ética son los valores morales que guían el comportamiento humano en la sociedad. No es más que la necesidad de mejorarse uno mismo, tener la capacidad de ponernos en el lugar de nuestros semejantes y de relativizar nuestros intereses para armonizarlos con los de los demás.
En la vida hay ciertos temas que se aprenden a voluntad y otros que no; y, también existen temas que son imprescindibles de aprender y otros con los que podemos vivir sin conocerlos. Por ejemplo, se puede vivir sin saber mecánica, contabilidad, cocina, incluso sin saber leer ni escribir. Sin embargo, hay temas cuyo conocimiento es básico para la supervivencia de nuestra especie como considerar los intereses de los otros como si fueran nuestros.
Todos los días los seres humanos tomamos decisiones para mejorar nuestra vida: la dieta, el ejercicio físico, cómo realizar nuestro trabajo y relacionarnos con los demás. Si queremos vivir una vida plena evitamos ciertos comportamientos y actitudes, nos rodeamos de personas con quienes es satisfactorio compartir y evitamos relaciones y situaciones dañinas.
Cuando en nuestra cotidianidad irrespetamos a los demás, abusamos de su confianza, mentimos, engañamos, utilizamos nuestra situación para obtener privilegios y -en otras palabras- “somos los más vivos”, se destruye el sentido solidario y humano que debería caracterizarnos como individuos. La pandemia mostró que en el Ecuador existen malos ciudadanos que están lejos de ese precepto.
En este tiempo estamos evidenciando los altísimos niveles de corrupción existentes en el Ecuador. Todos sabíamos que había corrupción, pero no imaginábamos hasta qué punto estaba enraizada. Los negociados que saltaron a la luz cuando el país se vio en una de sus más duras encrucijadas, pusieron sobre la mesa que los corruptos están en todos lados y que no les importa nada, excepto ellos. Así nos dimos cuenta que son más de los que creíamos y no solo de la clase política. Los hemos identificado como lo peor de la sociedad, gente sin ningún valor, despreciables que nos avergüenzan.
En el otro lado de esta realidad, sabemos que la mayoría de ecuatorianos somos gente de bien, que trabajamos muy duro para obtener lo que queremos y que nunca nos aprovecharíamos de nadie, menos aún en situaciones tan dolorosas como las que estamos viviendo. A los que estamos en este grupo, la pandemia nos volvió más humanos y tenemos la certeza que en el seno de nuestras familias, empresas u organizaciones nunca sucederán hechos tan deplorables y mezquinos como los relatados. Fortalezcamos nuestro grupo para tener la valentía suficiente de exigir que los corruptos sean castigados para siempre.