21 de junio 2023 10:58 por: Fernando Viteri
BV 159 Junio-julio 2023 • Quito
Muchos recordamos con especial nostalgia aquellas unidades de transporte urbano de la Capital que orgullosas portaban los colores propios de cada operadora, en un arco iris que se fundía con el ajetreo propio de la ciudad.
En uno de esos buses plasmó su trayectoria cómo conductor Don Luis Navarrete, quién para esos años contaba con un autobús Ford carrozado por la entrañable Carrocera Thomas. Dicha unidad había tenido un periplo interesante en Trans. Minas para luego formar parte de la extinta Cooperativa El Inca.
Cuenta Don Luis que, si bien en la actualidad se ha logrado modernizar las unidades, los réditos no son como en esos años. De igual manera, tampoco se equipara al flujo del trabajo que en esa época tenían las líneas abarrotadas en las denominadas horas pico, impregnando la práctica recurrente de muchos caballeros de colgarse en la puerta de acceso. Entre los años 70 y 80 la mayoría de unidades solo contaban con un solo acceso. Los ruteros metálicos indicaban cada rincón por el que solían pasar o al menos acercarte a tu destino. Los choferes se ingeniaban para tener el dinero recaudado en sendos bolsos, aquel monedero tipo “rondador”.
Eran otros tiempos, más humanos, más cercanos, más habitables.
Qué decir de las carrocerías de las anteriormente citadas décadas: el habitáculo destinado al encuentro de los pasajeros, a veces con ventanas tipo guillotina, atascaba abruptamente la intención de los viajeros de abrirlas para permitir que ingrese aire a la unidad llena de amas de casa, oficinistas, jornaleros y estudiantes.
Los asientos acolchonados invitaban al descanso momentáneo de quiénes que con fortuna lograban acomodarse en medio del “gentío” que viajaba de polo a polo.
Nuestro entrevistado cuenta también que los dueños, en gran mayoría, confiaban sus unidades a conductores probos dignos de confianza y hacían lo máximo posible por estar al tanto de las necesidades de sus “fierritos”.