18 de abril 2023 12:11 por: María Mogollón
BV 158 abril-mayo 2023 • Quito
Hace no muchos años, el Ecuador era considerado una isla de paz. Se le definía así porque a pesar de estar en medio de dos países con altos índices de conflictos y violencia: Colombiaia y Perú, nuestro país era ajeno a esos graves problemas. En ese entonces parecía que esto no cambiaría.
En esa época los ciudadanos vivíamos sin miedo: podíamos salir en la noche a un restaurante o al cine sin temor a que nos asalten; viajábamos en las empresas de transporte público con la familia o amigos, con la certeza que llegaríamos seguros a nuestro destino; no desconfiábamos el uno del otro. Pero, de pronto, todo ese estado de bienestar se rompió. Ni los mismos ecuatorianos nos dimos cuenta cuándo sucedió, pero en muy corto tiempo el pacífico país en el que se podía vivir libre y tranquilamente desapareció.
Aunque siempre hubo delincuencia, nunca se supo de sicarios y menos aún de adolescentes y niños que realizan ese trabajo y nos resultaba angustioso imaginar que se convierta en un hecho común. Peor aún se supo que, mientras viajábamos dentro o fuera de la ciudad, un tipo se suba al bus y desvalije a los pasajeros.
A pesar de la inestabilidad política, porque entre 1996 y 2007 tuvimos siete presidentes, las manifestaciones ciudadanas no alcanzaban los niveles de violencia actuales, ni había muertos ni destrucciones que lamentar. No estábamos enfrentados entre nosotros. En las cárceles no hubo masacres ni supimos de carteles que operaban en el país.
El Ecuador de hoy es distinto.
La violencia y los muertos como resultado del enfrentamiento entre bandas narco criminales es cotidiano; se ha vuelto normal noticias que cuenten a diario que un sicario casi niño asesinó a una persona; incluso nos estamos acostumbrando a hacernos de la vista gorda para que esa realidad deje de afectarnos.
Debemos decir que las organizaciones dedicadas al narcotráfico nos tomaron por sorpresa. Se infiltraron poco a poco en nuestra sociedad y cuando las autoridades se decidieron a actuar es demasiado tarde porque la institucionalidad del país no estaba preparada para combatir ese tipo de delito.
La ciudadanía, las operadoras de transporte en todas sus áreas, los empresarios y el público en general, aspiran que en Ecuador impere la justicia ante todo. |
El transporte adopta protocolos de seguridad.
Al presente, las actividades relacionadas con el narcotráfico nos afectan a todos quienes queremos y nos gusta trabajar: desde el más pequeño emprendedor hasta el más grande empresario, siendo el sector del transporte uno de los más perjudicados por la diversidad de modalidades y trabajos directos e indirectos que genera.
Según la revista Auto Magazine, las tres rutas más peligrosas para el transporte pesado son también las principales rutas por las que circula la carga comercial dentro del Ecuador:
• Quito – Alóag – Santo Domingo – El Empalme – Daule – Guayaquil.
• Quito – Alóag – Santo Domingo – Babahoyo – Durán – Guayaquil.
• Quito – Calacalí – La Independencia – Quinindé – Esmeraldas.
Dentro de las ciudades.
También existe inseguridad en el transporte público urbano en todas las ciudades y con mayor éngasis en Quito, Guayaquil y Cuenca, donde los delincuentes asaltan a los pasajeros amenazándolos con pistolas y cuchillos; lo mismo sucede en el transporte interprovincial de pasajeros.
Ante estas amenazas las empresas y cooperativas de transporte han adoptado protocolos y medidas para intentar garantizar la seguridad de sus pasajeros, la carga y los choferes. Sin embargo, si no existe un trabajo articulado con las autoridades nacionales, provinciales y locales, cualquier esfuerzo que realice el sector privado será pequeño por la magnitud del problema.
No desconocemos los esfuerzos que hace el Gobierno para combatir a la delincuencia común y aquella relacionada con el narcotráfico. Sabemos también que es un proceso que requiere tiempo y entrenamiento con el fin de alcanzar los resultados que se busca.
Mientras esto sucede, debemos continuar viendo con optimismo y esperanza el futuro porque queremos un país donde haya oportunidades para todos y en el que nosotros y nuestros hijos, con esfuerzo, trabajo y honestidad consigamos nuestros propósitos.